No puedo, no he querido, evitarlo...
siempre tú en cada suspiro de mi carne.
Cada vez que nos amamos,
tiembla la tierra en millones
de movimients cortos, como tiritando.
No sabes como añoro
la presencia de tu carne
y acabas de marcharte.
Soy yo el abandonado
por ese otro yo que se acobarda,
que se encoje y se desdobla
sin pertenecerse.Perdido
en la inmensidad de mi mismo
simplemente camino hacia mi propio
naufragio... en el mar de tu risa franca,
de tus caricias inmensas,
de tu cuerpo enamorado.
Juan CarlosNota. Inspirado por la lectura de un poema de Maryella